Compartimos el siguiente informe especial que fue publicado en el N° 12 de nuestro periódico, que explica en detalle cómo surgió el modelo del Nuevo Orden Mundial actual, qué es el Club Bilderberg, y cómo actúa en el mundo. Un artículo para leer y difundir.
En la práctica política muchas veces es necesario separar los mitos de la verdad. Nuestros lectores habrán leído en distintos números de Bandera la expresión “Nuevo Orden Mundial” (NOM), y al buscarla en otras fuentes, probablemente hayan encontrado información interesante, pero también a una serie de personajes sumamente extraños que terminan hablando de extraterrestres o cuestiones similares. Por eso, hagamos una breve pero necesaria introducción en este tema para darle seriedad al informe.
¿Qué es el Nuevo Orden Mundial? Un poco de historia
Historiográficamente, ¿qué es el Nuevo Orden Mundial? La expresión fue utilizada públicamente por primera vez por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, cuando anunció la creación de la fallida “Sociedad de las Naciones”, antecesora directa de la Organización de Naciones Unidas (ONU). ¿Por qué usó este término? Porque las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial anhelaban iniciar la unificación de todas las naciones del planeta bajo un gobierno único. En aquel momento parecía muy factible: Estados Unidos ya perfilaba como un gran gendarme, las resistencias nacionalistas europeas habían sido aniquiladas bajo el fuego de los primeros Aliados, al tiempo que Latinoamérica, Asia y África estaban sumidas en una situación colonial. En Rusia los bolcheviques se encargaron de terminar con el Zar y su familia, garantizando que esa dinastía no tendría oportunidad de resistirse al cambio.
En 1921 el plan progresa. Bajo el financiamiento de David Rockefeller, se funda en Nueva York el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR según sus siglas en inglés). Este organismo se convirtió en uno de los primeros think tanks modernos, y se encargó de reunir a las mentes políticas, económicas y académicas más importantes del norte de América. El CFR inició la delineación de distintos planes que permitiesen, poco a poco, conseguir la subordinación de todas las naciones del globo a un “Gobierno Uno”, como algunos expertos gustan decirle al proyecto del gobierno mundial.
Uno de los máximos experimentos sociales a gran escala fue la República de Weimar, en Alemania, donde se apoyó a mandatarios débiles de carácter y dispuestos a pagar la deuda externa que los vencedores habían impuesto al culminar la Primera Guerra. David Rockefeller se interesó también por los trabajos del Dr. Magnus Hirschfeld, y lo ayudó en la creación del Institut für Sexualwissenschaft (“Instituto para la Ciencia Sexual”), la primera organización abiertamente defensora de los derechos homosexuales en el mundo. Hirschfeld fue una celebridad en los tiempos de Weimar, y abogó por la promoción de las uniones gays y el aborto libre. También acuñó el término “travesti”. En 1932, un sondeo reveló que el 30% de la población berlinesa era homosexual.
¿Qué falló para la primera etapa del Nuevo Orden Mundial? El resurgimiento de los nacionalismos. Esta vez llegaron desde las bases populares, no fueron producto del impulso de monarcas o personajes de “sangre azul”, sino que provinieron de hombres comunes que en diferentes países comenzaron a manifestarse contra las injusticias del liberalismo. El gran error cometido por las potencias fue emplear métodos violentos directos, como el Tratado de Versalles, la fabricación del Crack del ’30, o el sistema discriminatorio que imperaba en el funcionamiento de la Sociedad de las Naciones, los cuales alimentaron el crecimiento de las distintas variantes nacionalistas que aparecieron en esos tiempos.
En enero de 1943 los Aliados se reunieron en Casablanca (Marruecos), donde empezaron a analizar cómo reorganizar el proyecto del NOM si vencían en la Segunda Guerra Mundial. Allí viajaron Churchill, Roosevelt y De Gaulle, entre otros. Por supuesto, por el estado del conflicto, poco pudieron avanzar. También habían invitado a una delegación soviética, la cual no pudo concurrir porque estaba en curso la Batalla de Stalingrado. Lo que sí sacó en limpio Churchill fue que los franceses no servían para estas reuniones, porque detectó en De Gaulle una suerte de síndrome de mesianismo que implicó su posterior exclusión de todo tipo de participación en la mesa de decisiones.
Con el panorama bélico más aclarado, en julio de 1944 las delegaciones de 44 países integrantes de los Aliados se reunieron en el Hotel Mount Washington de la localidad de Bretton Woods situada en New Hampshire, Estados Unidos. En diferentes cónclaves, acordaron la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial como entes necesarios para controlar la economía internacional. Resuelto el aspecto financiero, en febrero de 1945 se retomaron las conversaciones políticas de Casablanca con una cumbre en el Palacio de Livadia ubicado en Yalta (Crimea). Churchill, Stalin y Roosevelt coordinaron la creación de la ONU, la división de Europa del Este y el apoyo al Partido Comunista en China para que impusiese una dictadura. Ocurrió en este encuentro que Roosevelt criticó a Stalin por haber brindado por el fusilamiento a sangre fría de 50 mil oficiales alemanes, algo que incomodó al dictador soviético y al premier británico, puesto que ambos consideraban que no había que tener piedad con los germanos. Curiosamente, el presidente estadounidense falleció de una súbita hemorragia cerebral el 12 de abril de 1945, pocos días antes de que los Aliados entrasen en Berlín.
En julio de 1945 hubo una cumbre definitoria, esta vez en el Palacio Cecilienhof de Postdam, Alemania. Nuevamente se encontraron en fraternal reunión el inglés Churchill, el soviético Stalin y el nuevo amigo estadounidense, el presidente masón Harry Truman. Los puntos tratados fueron cómo repartir los territorios conquistados por el Tercer Reich, las formas de juzgar a los funcionarios alemanes, y cómo resolver la resistencia japonesa. Con relación a este último punto, Truman fue receptivo a los pedidos de Stalin y Churchill y tres semanas después lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki para finalizar con la cuestión nipona y poder enfocarse de lleno en la reorganización planetaria. Roosevelt se había negado previamente, pero “afortunadamente”, estaba muerto.
El 24 de octubre de 1945 comienza a funcionar la ONU, con una primera reunión de 51 países en San Francisco, Estados Unidos. Nuevamente estaba en marcha el sueño del Gobierno Uno.
Nace el Club Bilderberg
En la década del ’50, el “Gobierno Uno” todavía estaba lejos de poder materializarse. Los dos polos del proyecto Nuevo Orden Mundial, que habían partido al mundo en un hemisferio liberal y un hemisferio comunista, se volvieron a encontrar enfrascados en el combate contra los nacionalismos que no paraban de emerger. En América, a pocos meses del fin de la guerra, un Coronel llamado Juan Domingo Perón había alcanzado el poder en Argentina y estaba sublevando a todos los gobiernos de la región contra el dominio estadounidense. De nada valieron las acusaciones de “nazi” que se le hicieron, ni siquiera cuando se mostraba que había refugiado a miles de oficiales y científicos alemanes. En Asia, un extraño hombrecito hindú conocido como Mahatma Gandhi, que alguna vez había elogiado a Mussolini, quebró al poder inglés y logró la independencia de la India. En Europa del Este, Stalin masacraba día a día a decenas de miles de personas que se resistían a vivir bajo el comunismo. En Europa Occidental, los pueblos estaban comenzando a hartarse de las imposiciones del “Plan Marshall”.
¿Se podía resolver este conjunto de problemas a través de Naciones Unidas? No, en sus asambleas tenían voz y voto las naciones disidentes, y el estallido de la Segunda Guerra había dejado en claro que el sectarismo de la Sociedad de las Naciones no era un modelo a seguir. ¿Órganos como el CFR eran útiles? Tampoco. El CFR y entes similares tenían alcances limitados por ser regionales.
¿Qué hacer entonces para rencauzar el proyecto NOM? La respuesta era contundente: crear un nuevo ente para congregar a los personajes más poderosos del mundo occidental en encuentros discretos, y que en ellos se pudieran pactar medidas concretas sin que la opinión pública se enterara. Así nació lo que hoy conocemos como el Club Bilderberg.
La tarea del armado le fue encomendada a dos personas: la cara visible fue el príncipe Bernardo de Holanda, que en la Segunda Guerra se había enrolado en el servicio de espionaje británico y organizó la resistencia antifascista holandesa, y que al culminar el conflicto se encumbró gracias a sus contactos con los grandes banqueros europeos. El cerebro fue Joseph Retinger, un francmasón grado 33 que era amigo íntimo de Edward Mandel House, otro alto cófrade masón y fundador del CFR. Retinger era un hábil operador político, acostumbrado a trabajar en distintas organizaciones secretas, que ideó las formas para constituir un CFR mejorado.
Retinger se entrevistó con las familias Rockefeller y Rothchild, les expuso los detalles del grupo, y recibió los fondos que necesitaba. El príncipe Bernardo tomó contacto con la realeza europea, contando con la bendición de la familia real británica para moverse en los palacios. Con Mandel ayudando desde EE.UU., el CFR sumó su experiencia. Cuando todo estuvo preparado, en mayo de 1954 el nuevo ente tuvo su primera reunión formal en los salones del Hotel Bilderberg de la localidad holandesa de Oostebeek. Cien personalidades de la élite política, financiera y mediática de Europa y Estados Unidos acudieron al llamado. Al grupo había que ponerle un nombre. ¿Y qué tal si tomaban el del lugar de su fundación? Moción aprobada: lo llamaron Club Bilderberg.
El Club entra en acción
Desde 1954 los bilderberg vienen actuando en todo el mundo. Sus reuniones anuales son privadas y muy reservadas. Actualmente tiene 130 miembros permanentes, y luego hay una lista de invitados especiales. Daniel Estulin, el investigador que más conoce sobre esta cofradía, escribió el libro “La verdadera historia del Club Bilderberg”, donde revela que cada miembro acude acompañado por guardaespaldas fuertemente armados, “normalmente ex miembros de la CIA, del MI6 y del Mossad”. Asimismo, indica que “el gobierno nacional anfitrión se responsabiliza de la seguridad de los asistentes y de su entorno. Ello incluye un generoso despliegue de militares, miembros de servicios secretos, agentes de la policía local y nacional y guardias privados”.
Los dos grandes líderes del grupo actualmente son el banquero David Rockefeller y el operador político estadounidense Henry Kissinger. Ellos forman parte de la denominada “Comisión Permanente”, que es la institución que funciona durante todo el año, y tiene 33 integrantes.
Cuando se celebran los encuentros anuales, el grupo organiza cuatro sesiones de trabajo diarias, y en cada una de ellas se aborda un tema específico. Allí son convocados los invitados especiales, que son altos funcionarios de distintos gobiernos, empresarios prestigiosos o dirigentes sociales influyentes en sus comunidades. Los bilderberg son observadores de los días sábados, en los que sólo hacen una breve reunión vespertina.
El objetivo de cada sesión es abordar un punto de la actualidad internacional y ordenar una directriz. Tomemos un ejemplo cercano a nosotros. En 1954, uno de los puntos tratados fue el auge nacionalista en Latinoamérica. Los cófrades decidieron que el problema del peronismo había que resolverlo a como diera lugar. Menos de un año después, la oficialidad pro-británica de la Armada Argentina bombardeó Plaza de Mayo y derrocó a Perón.
Los bilderberg hablan de todos los temas, desde el precio del petróleo hasta quién debe ser el próximo presidente de los Estados Unidos. Para ello, se aseguran de reclutar a las personas correctas. En 1991, decidieron que tenían que invitar al cónclave que celebraban en la ciudad alemana de Baden Baden al modesto gobernador de Arkansas, un tal Bill Clinton. En 1992, lo convirtieron en presidente. Lo mismo ocurrió con Tony Blair en Inglaterra, Angela Merkel en Alemania o Francois Mitterand y Jacques Chirac en Francia. Un solo mandatario norteamericano se negó a acatar las directrices del grupo, Richard Nixon, y terminó siendo obligado a renunciar por una denuncia de escuchas ilegales menor pero muy promocionada por los medios de prensa de la época.
Estulin explica que en el grupo se utiliza una regla de protocolo inglesa, que se conoce como la “Regla de Chatham House”, según la cual “se permite que la gente hable a título individual sin representar a las instituciones en las que trabaja; esto facilita el libre debate”. Según esta norma, los cófrades también deben guardar absoluto secreto de lo que se hable en las conferencias. Quienes vulneren este precepto serán duramente castigados.
Para garantizar la absoluta privacidad, el grupo tiene entre sus miembros a los dueños de las grandes corporaciones de medios de comunicación. Ted Turner (dueño de CNN, TNT, HBO, Warner Channel, ESPN, TBS, Cartoon Network y señales regionales como las “argentinas” I-Sat o Space), Peter Job (director ejecutivo de la agencia inglesa Reuters) o Rupert Murdoch (dueño de canales como Fox o NatGeo o de más de un centenar de diarios como Washington Post, The New York Post, Wall Street Journal, London Times, Financial Times, Le Figaro o Die Zeit), son algunos de los integrantes permanentes de Bilderberg. En Hispanoamérica, uno de sus actores fundamentales es el español Juan Luis Cebrián, un bilderberg dueño del Grupo Prisa, corporación que maneja cientos de medios en toda la región. En España controla los diarios El País, As o el seudo-disidente Huffington Post; en México al Grupo Televisa; en Colombia al Grupo Caracol; en Costa Rica al influyente Diario La Nación; en Argentina posee Radio Continental, FM Los 40 Principales, decenas de radios provinciales y es uno de las titulares de Papel Prensa. Además, es socio y financista del Grupo Clarín y del diario La Nación, y también es promotor de la versión local del diario Le Monde Diplomatique. Como si todo esto fuera poco, Cebrián tiene bajo su poder a Editorial Santillana, y es un destacado accionista del Grupo Telefónica (que incluye el dominio sobre Telefe) y de los bancos Santander y HSBC.
¿Cuáles son los objetivos del Club Bilderberg? ¿Cómo se aplican en Argentina?
El periodista William Shannon, quien integró el equipo editorial del diario The New York Times y fue embajador de Estados Unidos en Irlanda durante la presidencia de Jimmy Carter, sostuvo: “El Club Bilderberg anda en la búsqueda de una era de post-nacionalismo: una etapa en la que ya no haya países, sólo regiones y valores universales, es decir, una única economía universal, un Gobierno Mundial (designado, no elegido) y una religión universal. Para asegurarse esos objetivos, los miembros del Club Bilderberg abogan por un enfoque más técnico y de menos conocimiento por parte del público. Esto reduce las probabilidades de que la población se entere del plan global de los amos del mundo y prepare una resistencia organizada”.
Para lograr semejante propósito, el periodista Daniel Estulin explica que los bilderberg aplican ciertas políticas de control. Una de ellas es la de “crecimiento cero”, con la que se intenta boicotear todo intento de desarrollo social y tecnológico de las naciones independientes. La Argentina ha sufrido en reiteradas oportunidades este tipo de represalias, baste recordar cómo se impidió su progreso en materia nuclear, o la forma en la que se abortó el proyecto misilístico Cóndor II.
Otra medida es la creación de “crisis artificiales para mantener a la gente en perpetuo estado de desequilibrio físico, mental y emocional. Confundirán y desmoralizarán a la población para evitar que decida su propio destino”. Volviendo a la Argentina, desde hace décadas nuestro pueblo percibe que padecemos crisis que son sospechosamente cíclicas, y a pesar de que elige distintas alternativas que le da el sistema, los resultados siempre son los mismos. Así, la población terminó hartándose de la clase política tradicional.
Se contempla además “un férreo control sobre la educación para aborregar a la gente. Para los globalizadores es mucho más fácil luchar contra unos oponentes sin principios”. En nuestro país, esto resulta evidente. En la era de la información, donde la humanidad tiene a su disposición cientos de millones de libros y datos a sólo un click de distancia, jamás se encontró tanta ignorancia y desconocimiento. Los jóvenes ni siquiera saben manejar el idioma nativo. ¿A qué conduce todo esto? A la idea de que bajo la falsa panacea de los “valores universales” se debe llegar al Gobierno Mundial, que garantizaría una paz permanente, y también una esclavitud eterna.
Experimentos sociales Bilderberg: China comunista, Malvinas, la Rusia de Putin y los “genios” del Silicon Valley
Como se explicó, el Club Bilderberg tomó la tarea de avanzar con aquel plan al que Woodrow Wilson le puso nombre: “Nuevo Orden Mundial”. Y a los organizadores de esta idea, que son los dueños de la banca internacional, les gusta practicar experimentos sociales a gran escala. Si en la década del ’20 del siglo pasado tuvimos como exponente a la República de Weimar, después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron nuevas y novedosas formas de ese proyecto.
Empecemos por China, la cárcel a cielo abierto más grande del planeta, con 1.500 millones de esclavos. En 1973 dijo David Rockefeller: “Independientemente de su precio, la Revolución China ha tenido un éxito evidente no sólo a la hora de crear una administración más eficaz y entregada, sino también a la hora de fomentar una moral alta y un propósito común. El experimento social llevado a cabo en China bajo el mandato del presidente Mao es uno de los éxitos más importantes de la historia de la humanidad”. Y si alguien en los ’70 creyó que uno de los usureros más grandes del mundo se había vuelto comunista por decir esto, debió saber esperar 50 años para ver que hoy China es una dictadura con ropaje marxista y alma capitalista, que tiene en la banca mundial a uno de sus mejores aliados.
Sigamos por Latinoamérica. Uno de los bilderberg más influyentes es Henry Kissinger. Desaparecido Juan Domingo Perón y otros líderes nacionalistas de la región, este oscuro personaje promocionó el ascenso de Pinochet en Chile, auspició el derrocamiento de Isabel Perón en Argentina y organizó el Plan Cóndor, con el cual convenció a los militares de la región que combatían al comunismo. Paralelamente, Kissinger se reunía asiduamente con los altos mandos soviéticos, que eran los que financiaban a las guerrillas latinoamericanas.
La Guerra de Malvinas fue un punto de inflexión para el Grupo. El investigador Jon Ronson escribió en el año 2001 el libro “Adventures with Extremists” donde indica que en un principio el conflicto iba por los carriles normales, hasta que Argentina comenzó a pelear demasiado bien. Entonces, Inglaterra clamó por sanciones internacionales pero el resto de las naciones dudaba. Ese fue el momento en el que intervino un bilderberg, el diputado británico David Owen, que en la reunión del Grupo celebrada ese año en Sandefjord (Noruega), pidió el apoyo de sus cófrades para darle un “castigo ejemplificador” a nuestro país. El resultado fue el previsto: salvo honrosas excepciones, el mundo le dio la espalda a la Argentina. Como corolario, Kissinger se encargó luego de desarmar al gobierno militar y promover la República, llevando a la presidencia al masón grado 33 de Raúl Alfonsín Foulkes.
El caso de la Rusia de Vladimir Putin es otro ejemplo. La Unión Soviética pudo existir gracias a la tolerancia de Occidente, y esto fue posible por las reuniones de Yalta y Postdam. Durante las décadas que duró la llamada “Guerra Fría” jamás se enfrentaron abiertamente las tropas estadounidenses con las soviéticas, porque eso hubiera generado un caos que al NOM no le sirve. Sí sufrieron sus consecuencias los pueblos que no participan en la mesa de decisión del Club Bilderberg, es decir, las naciones de Latinoamérica, Europa del Este, Asia y Africa. Ahora, los rusos cambiaron a los soviéticos por un presidente que resulta ser un Teniente Coronel de la KGB.
El caso ruso es particular porque se lo expone desde ciertos medios de prensa como una potencia enemiga del NOM, y sin embargo un brevísimo repaso de hechos concretos lo desmiente. Vladimir Putin es sostenido en el poder por un grupo de multimillonarios que son parte del grupo tradicionalmente conocido como “Los Oligarcas”, que apoyan financieramente al régimen. Varios de ellos profesan la fe judía, como los casos de Abraham Romanovich (quien cobró notoriedad por haber comprado al club de fútbol inglés Chelsea) y Lev Leviev (un ruso-israelí involucrado en el negocio de los diamantes de sangre en Angola) que responden a un jefe espiritual de su colectividad, el rabino Berel Lazar. Lo singular es que este rabino también es uno de los principales consejeros privados de Putin, y hay quienes lo sindican como uno de los artífices de su acercamiento y amistad con Israel. Quizás eso explique las razones por las cuales el 20 de enero de este año Putin se reunió con Moshe Kantor, presidente del Congreso Judío Europeo, y le ofreció abiertamente asilo en Rusia “a todos los judíos que se sientan discriminados en Europa”, una noticia que fue reflejada con grandes títulos por la agencia Russia Today.
Pero más allá de sus lazos con sectores sionistas, que es algo que guardan todos los presidentes que responden al sistema de dominación, Putin también posee estrechos vínculos con los bilderberg, y su enlace es ni más ni menos que Henry Kissinger. Esto quedó evidenciado en febrero de este año, cuando creció la tensión militar entre Rusia y Turquía. Imprevistamente, Kissinger tomó un avión y llegó a Moscú el 4 de febrero. Inmediatamente, sin previo aviso, fue recibido por Putin en su residencia presidencial moscovita de Novo-Ogaryovo, donde mantuvieron un encuentro privado que duró varias horas. Al culminar, el Secretario de Prensa Dmitry Peskov dijo: “La conversación fue producto de la larga amistad que une al Presidente Putin con Henry Kissinger, quienes tienen un vínculo entrañable y están permanentemente en contacto. Hoy usaron una oportunidad para charlar personalmente de temas muy importantes”.
Se notó que Kissinger salió muy satisfecho de la charla, pues a su retorno a Estados Unidos se apresuró a escribir una columna de opinión en la estratégica revista The National Interest, dirigida exclusivamente a las élites políticas y al mundo diplomático, que llevó por título “La visión de Kissinger sobre las relaciones entre Estados Unidos y Rusia”. Ahí, el bilderberg dejó una definición muy esclarecedora: “Cualquier esfuerzo para mejorar las relaciones bilaterales debe incluir el diálogo sobre el Nuevo Orden Mundial”. Esta misma posición había anticipado Kissinger en su reciente libro “Orden Mundial” publicado en 2014, donde abogó por la abierta incorporación de Rusia y China al NOM. Esta obra recibió los elogios de Hillary Clinton, y el diario The Financial Times (que es parte del entramado mediático de los bilderberg) señaló en su reseña oficial: “Las conclusiones de Kissinger deberían ser lectura obligada para los candidatos a las elecciones de 2016. El orden mundial depende de ello”.
Todo demuestra que Vladimir Putin es otra espada, otro experimento social del NOM. Algunos ingenuos todavía pretenden encontrar dentro del mismo sistema a supuestos disidentes, pero hay que aprender a revisar un poco los hechos para descubrir quién es quién en ese ámbito.
La más reciente incursión del Grupo es en el campo de la tecnología. A los bilderberg el mundo informático no le es desconocido. En 1991 decidieron incorporar como miembro permanente a Bill Gates, quien gracias a sus nuevos amigos logró imponer su sistema operativo en todo el planeta sin que Apple ni ninguna otra compañía pudiese hacerle frente. En estos nuevos tiempos, el Grupo decidió colonizar el Silicon Valley, cuna de las grandes empresas de Internet. Uno de sus agentes en ese sector es el alemán Peter Thiel, conocido como “El Padrino de la mafia de PayPal” por haber fundado esa empresa, el cual maneja una insólita cuenta bancaria de 30 mil millones de dólares junto con sus socios Marc Andreessen y Ben Horowitz y que se dedica a poner dinero en cada emprendimiento nuevo que descubre. Así, Thiel es un “visionario” que invirtió ingentes fondos en las etapas iniciales de empresas como Facebook, LinkedIn, Skype, Instagram, o Slide. Los informáticos le temen, saben que el apoyo del representante del Grupo no es gratuito. Por supuesto, Thiel se presenta a reportar sus resultados como testaferro en todas las conferencias de Bilderberg desde el 2007 hasta el presente.
Gracias a su control financiero sobre Silicon Valley, los bilderberg pueden controlar otros experimentos sociales masivos a través del manejo de las apps, de los sistemas operativos y de todos los nuevos desarrollos en inteligencia artificial.
El Nacionalismo, único y real enemigo del Nuevo Orden Mundial
Como hemos visto, el Grupo Bilderberg es el gran cerebro coordinador del Nuevo Orden Mundial. No es una teoría consparanóica, no es un guión de ciencia ficción, es la realidad política misma. Todo pareciera indicar que sus agentes tienen el camino allanado, y sin embargo, desde hace un siglo se encuentran impedidos de consagrar su plan. ¿Por qué? Porque tienen un gran enemigo, una línea de resistencia que resurge una y otra vez como el Ave Fénix y desbarata sus mejores planes: el Nacionalismo. Lo afirmado precedentemente lo confirmó un bilderberg, el actual presidente del Partido Liberal de Canadá, Michael Ignatieff. En un artículo publicado el 13 de julio de este año en el diario The New York Times, habló sobre el triunfo del Brexit y sentenció: “El choque entre el Nacionalismo y la globalización definirá el siglo XXI”.
Daniel Estulin explica en sus libros que uno de los sistemas que usa el Club Bilderberg y sus entidades aliadas, como el CFR, la Comisión Trilateral u organismos semejantes, es la descalificación permanente de sus opositores. Al contar con todos los medios de prensa, se permiten realizar campañas de difamación contra los líderes o grupos políticos nacionalistas que luchan contra sus planes, y habitualmente los etiquetan de “fanáticos de extrema derecha”, “fascistas” o “nazis”. Gracias a un arduo trabajo de décadas, saben que la reacción de la gente ante estos adjetivos falaces suele dar como resultado el miedo, cuando no el repudio, de las personas que responden a ciertos estímulos como los célebres perros de Pávlov.
El grave problema de nuestros días para los agentes del NOM es que esas técnicas, que tan buenos resultados les dieron hasta finales del siglo XX, ya no son eficientes en estos momentos. A pesar de sus ingentes esfuerzos, ni los bilderberg pueden evitar el crecimiento del Frente Nacional en Francia, de Amanecer Dorado en Grecia, o de fuerzas como Bandera Vecinal en la Argentina. Los pueblos libres se resisten a ser dominados, y para prevalecer continúan creando los anticuerpos necesarios para combatir el cáncer de la globalización.
En nuestro país, el sistema quiere que la gente se limite a elegir a las mismas opciones de siempre para que nada cambie. Ya está demostrado que no importa si en las urnas se vota a un Alfonsín o a un Menem, a un De la Rúa o a un Kirchner, a un Massa o a un Macri, el resultado es inevitablemente el mismo: continuar en la senda de la decadencia. La crisis aparece cuando surge un partido político Nacionalista. Es ese el momento en el cual todos dejan sus supuestas diferencias de lado y apuntan contra aquellos que realmente no integran sus filas.
Como denunció Bandera en noviembre del año pasado, Macri fue ungido como presidente en la reunión del Consejo de las Américas, uno de los organismos regionales de superficie de los bilderberg. Una de las tantas condiciones fue que el actual presidente cumpla con los pagos de deuda externa, cosa que hizo, y para garantizarlo puso como Ministro de Economía a Alfonso Prat Gay, formado en la firma JP Morgan, controlada desde 1946 por David Rockefeller y aliada directa del Grupo Goldman-Sachs. Rockefeller es el jefe de los bilderberg y el actual presidente de Goldsman-Sachs, Peter Denis Sutherland, forma parte del “Comité Permanente” del Club.
Por eso, hoy más que nunca las palabras de nuestro Líder Kalki resultan vitales para comprender la verdadera dimensión de esta lucha: “(…) desde el fondo de nuestra historia, por el Nacionalismo pasa el meridiano de la lucha de la Patria contra la antipatria. El Nacionalismo es el antídoto ante las falacias imperialistas y globalizantes. El Nacionalismo es la auténtica doctrina libertaria para este siglo XXI, es el camino hacia nuestra libertad nacional e individual, es el camino hacia la revolución integral”.
Estimado lector, hemos llegado al punto más oscuro de la noche, que es el preludio del amanecer. Despertemos, el futuro nos pertenece a nosotros, y no a los enemigos de la libertad.
Por Equipo de Investigaciones Especiales “Alfredo Guereño”
Artículo publicado en el Periódico Bandera Nº 12 (Septiembre 2016)