Sin lugar a dudas, el 2015 fue un año plagado de elecciones. En todos los distritos nos hemos sometido a varios domingos yendo a las urnas y viendo con nuestros propios ojos cientos de situaciones de fraude e, incluso, de violencia. Ante todo esto, nuestra querida dirigencia política nos hace su promesa de digitalizar el voto, algo que terminaría con todas nuestras dudas y haría que en el futuro nos “desvivamos” por ir a votar. Todo bien, pero… ¿cómo se va a implementar esto? O mejor aún preguntémosnos: ¿Quién lo va a implementar?
Hay una empresa en la mira, y su trayectoria es más bien un prontuario. Su nombre es Indra, una corporación multinacional de tecnología y consultoría especializada, entre otras cosas, en darle la infraestructura al voto electrónico de varios países. Enseguida, con su nombre a muchos se nos viene a la mente el Deva del hinduísmo, que con sabiduría lidera al resto de las deidades de esa creencia. Pero muy lejos de esto, comencemos por ver quiénes se ocultan detrás de esta denominación tan oriental.
Indra, empresa que públicamente realizó aportes de campaña al kirchnerismo, tiene dos socios mayoritarios. Uno es el Estado Español a través de la sociedad SEPI, que bajo el gobierno del Partido Popular compró Aerolíneas Argentinas en una maniobra muy “transparente” de Carlitos Menem. El siguiente escalón en la participación societaria es menos conocido, pero no por eso menos siniestro. Se trata de la autodenominada “Familia March”. Desde luego no es una familia española de clase media que intenta vivir decentemente. Dentro de su árbol genealógico figura como fundador del clan Juan March Esterlich y, entre otras cosas, los March son dueños de la Banca March, el principal banco privado de España, y de la Compañía Financiera Alba. De esta última, Indra es accionista, es decir ¡son accionistas de sí mismos! Irregular por donde se lo mire. Amén de que en su pasado figura una larga lista de acusaciones por negocios turbios, como el tráfico de tabaco.
Dejemos de lado por un momento a los “intachables” dueños de Indra para enfocarnos en su currículum, al menos desde el punto de vista de su participación política. Bajo el auspicio de esta empresa, a modo de ejemplo, tenemos el 54% (número mágico) que obtuvo el Comandante Chávez cuando hizo el referéndum de su gestión en 2009. A Evo Morales, le regaló un lindo 64% y al ecuatoriano Rafael Correa, Indra lo bonificó con el 56% y el 52% en sus últimas dos elecciones. Evidentemente, la empresa trabaja en países con grandes líderes populares, o por lo menos con su voto electrónico los hace parecer como tales. Se suman a estas extrañas (y similares) cifras otros países como Libia, Nicaragua y la propia España, en los cuales todas las elecciones en las que Indra estuvo presente, terminaron en denuncias y manifestaciones por fraude.
También recordemos que Indra es quien hoy maneja el sistema SUBE, el cual requiere, para hacer un simple pago electrónico de transporte, todos los datos filiatorios de quien va a utilizar este sistema. También en este caso, Indra tuvo un aterrizaje cuestionado en nuestra Nación, ya que fue el coimero y recientemente condenado dirigente kirchnerista Ricardo Jaime quien la trajo a participar de la licitación por la SUBE, que luego se le adjudicaría en forma directa y que nos costó a todos los argentinos casi 50 millones de dólares.
Antes de terminar, es importante pensar por un segundo en cómo funciona el voto electrónico, para que cuando tengas la oportunidad de hacerlo sepas por dónde pasa. El primer paso es la interfaz por la cual votamos. En la misma, introducimos nuestra elección a través de una pantalla touch que nos muestra a los candidatos. Una vez confirmada, la terminal la procesa y queda almacenada en su base interna. Luego de esto hay dos posibilidades, que al término de la elección se imprima el resultado almacenado en la máquina, o que la misma se encuentre online y los datos sean llevados al centro de cómputos en forma electrónica. Finalmente, este centro recibe los datos de todas las terminales y en tan solo segundos puede dar el resultado definitivo de la elección. Suena claro y seguro, pero ¿cómo garantizamos que quien diseña este sistema (Indra) no coloque códigos que beneficien a algún candidato en particular? Sólo estaríamos cambiando los clásicos punteros que hoy aprietan a compatriotas para forzarlos a votar sus jefes, o a quienes rompen o esconden boletas, por su versión robotizada. El problema mayor es que hoy al menos contamos con algunos fiscales decentes que pueden hacer frente a estas situaciones, pero una vez implementado un sistema de esta envergadura, los fiscales van a tener que poseer, al menos, un título de Analista de Sistemas para poder intervenir.
El voto electrónico es una alternativa sana y eficiente para una verdadera Democracia, siempre y cuando no esté en manos de personajes como los Indra, o la Banca March.
Por Julián Sosa
Experto y asesor en Seguridad Informática
Artículo publicado en el Periódico Bandera Nº 2