La Escuela de Frankfurt: Instrumento para la dominación cultural

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La “Revolución Cultural” de Antonio Gramsci

En la edición del mes de septiembre de Bandera, cuyo Informe Especial llevó por título “Los Amos Secretos del Mundo y la Resistencia Nacionalista”, se expuso con claridad meridiana el verdadero significado, alcance y proyección de lo que es el Nuevo Orden Mundial a través de su principal banco de cerebros, el Club Bilderberg. La dominación socio-cultural de los pueblos ejercida por esos “Amos Secretos” se ejecuta a través de una maquinaria totalitaria siempre bien aceitada, la Escuela de Frankfurt. Su estudio y análisis es de vital importancia para comprender una problemática de fondo que por lo general pasa desapercibida.

La Escuela de Frankfurt es el principal instrumento de imposición del Nuevo Orden Mundial para dominar, adormecer y manipular mentalmente a los pueblos desde lo educativo, psicológico, cultural y propagandístico. Para comprender a fondo este verdadero laboratorio de ingeniería social primero debemos partir de un concepto clave en el armado de la agenda mundialista, el marxismo cultural. Este concepto es fundamental, y como tal, nos muestra la esencia del actual Sistema plutocrático- capitalista de Dominación Mundial. En tal sentido, Antonio Gramsci (1891-1937), fundador del Partido Comunista Italiano y uno de los pensadores marxistas más importantes del siglo XX, sentó las bases al establecer una suerte de “revisionismo” dentro de los postulados doctrinarios del marxismo economicista clásico. Se trataba precisamente de “revisar” la teoría marxista ante el rotundo fracaso de la tan anhelada “revolución proletaria” que supuestamente iba a triunfar en Europa luego de finalizada la Primera Guerra Mundial (1914 -1918).

Para Gramsci, la “superestructura” de una sociedad (que en el lenguaje común y corriente marxista vendría a ser “lo que oprime”) no es el sistema económico imperante como lo sostenía Kissel Mordechai (1818-1883), más conocido como Karl Marx, el ideólogo y pensador fundacional de la subversión materialista conocida como “comunismo”. Por el contrario, Gramsci sostenía que dicha “superestructura” eran las tradiciones, las identidades y las culturas particulares de cada uno de los pueblos y en su visión eran las que generaban una determinada forma de economía. Por ende, expuso que para el triunfo de la revolución política marxista en Europa y Occidente, primero se debía combatir a la “verdadera superestructura”. A este cambio de paradigma dentro del mundo marxista se le dio el nombre de Revolución Cultural, en esencia un conjunto de ideas anti-naturales elaboradas para atacar los valores tradicionales como la familia, la religión, la vida natural, la cultura y las identidades nacionales de los pueblos. Para el marxismo gramsciano el problema en sí era la civilización y la cultura occidental europea, lo que se va a considerar como algo «atrasado” y “opresivo». La táctica utilizada desde un primer momento será la infiltración silenciosa a través del control de los diferentes sistemas y niveles educativos, el arte, las editoriales y los medios de comunicación.

El nacimiento de la Escuela de Frankfurt

El aporte fundacional de Gramsci se va a consolidar con la creación del denominado Instituto de Investigaciones Sociales o Instituto para la Investigación Social (Institut für Sozialforschung), fundado el 27 de junio de 1924 en la Universidad de Frankfurt (Alemania), en plena República de Weimar. Fue un verdadero laboratorio de intelectuales neo-marxistas de renombre, que informalmente se llamó Escuela de Frankfurt, bajo el patrocinio de los internacionalistas Georg Lukács y Félix Weil. Ésta fue la gran usina a partir de la cual se pretendió llevar adelante una serie de cambios en masa en la sociedad, trasladando al marxismo desde lo estrictamente económico a lo cultural. Es que a la Revolución Cultural gramsciana se la entendía como primordial a la hora de demoler a una sociedad desde sus mismos cimientos internos. Por eso nunca se dejaba de “teorizar” sobre los conceptos de familia, educación, autoridad, medios de comunicación, sexo y cultura popular.

Los principales referentes de la Escuela de Frankfurt (que fundamentalmente se desarrolló desde 1945 con la finalización de la Segunda Guerra Mundial) fueron: Max Horkheimer, Theodor Adorno, Erich Fromm, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, Walter Benjamin, Bertrand Rusell, Alfred Schmidt y Albrecht Wellmer, por citar a los más paradigmáticos. Todos internacionalistas. En la década del ‘30, los trabajos de Horkheimer, Adorno, Fromm y Marcuse culminaron en lo que se conoció como Teoría Crítica, un concepto que como tal apuntó básicamente a eso, a que la teoría es criticar. Y criticando cada uno de los aspectos, las características o instituciones de la sociedad occidental, se podía fracturar a la sociedad misma desde sus cimientos espirituales, éticos, morales y naturales. En 1933, con el ascenso al poder en Alemania del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), esta Escuela neo-marxista emigró hacia la ciudad suiza de Ginebra, luego a París para posteriormente establecerse en Nueva York a través de la Universidad de Columbia que le dio cobijo, o sea, refugio en el corazón mismo del capitalismo. Sus teorías no sólo fueron aceptadas oficialmente por EE.UU. sino que hasta lograron el financiamiento por parte de la Fundación Rockefeller. A su vez, Hebert Marcuse se convirtió en figura clave del Office of Strategic Services (OSS), el Servicio de Inteligencia de los Estados Unidos de América durante la Segunda Guerra Mundial, antecesor de la Central Intelligence Agency (CIA). Y otros como Horkheimer y Adorno se trasladaron temporalmente a Hollywood para aplicar sus ideas en los grandes medios de comunicación y el cine.

Max Horkheimer se hizo cargo de la dirección de la Escuela de Frankfurt a partir de 1930, atrayendo a dos muy influyentes teorizantes del marxismo cultural: Theodor Adorno (1903-1969), sociólogo, filósofo y músico nacido en Alemania; y Erich Fromm (1900-1980), psicoanalista y filósofo también nacido en Alemania, ferviente defensor de la “liberación sexual” y de las políticas de género.

Pansexualismo y psicoanálisis: Dos armas para socavar a las naciones

Sin lugar a dudas, el filósofo y sociólogo Marcuse (1898-1979), nacido en Alemania, fue uno de los más influyentes de la Escuela de Frankfurt, haciéndose miembro de la misma en 1932 y constituyéndose en uno de los grandes gurúes del auge y expansión de la denominada Nueva Izquierda en EE.UU. durante la década del ’60. Junto a Fromm desarrolló el “pansexualismo” de Sigismund Schlomo Freud (1856-1939), más conocido con el nombre de Sigmund Freud, médico y psicólogo, creador de la pseudociencia que lleva por nombre psicoanálisis.

En su obra ‘Eros y Civilización’, de 1955, no sólo condenaba cualquier restricción en el comportamiento sexual, sino que daba a entender que las personas eran neuróticas porque sus instintos sexuales estaban reprimidos. En su visión sólo se podía vislumbrar un futuro si se podía destruir ese orden represivo, liberando el eros, la líbido o deseo sexual para alcanzar así una sociedad de “perversidad poliforma” (según sus propias expresiones), vale decir, una sociedad con “satisfacción sexual” fuera del alcance de los parámetros sociales éticos y morales que la regulan. Esta idea abrió las puertas para el posterior desarrollo de la denominada ‘liberación gay’. Para Marcuse se debía tener mucho sexo con muchas personas y todo el tiempo. La idea de liberación sexual se volvió muy popular, sobre todo en las décadas del ’60 y ’70 entre los hippies y en los diferentes movimientos estudiantiles de izquierda. Estos planteamientos –junto con los de Fromm que sostenía que la masculinidad y la feminidad no son reflejos de diferencias sexuales biológicas naturales sino que el sexo está determinado por una construcción social– también fueron decisivos para sentar las bases de los posteriores movimientos feministas.

Siguiendo con Freud, se apuntó a masificar la idea de que se debía buscar el placer por el placer mismo, explotándose diferencias artificiales entre el sexo masculino y el sexo femenino, quebrándose las relaciones tradicionales entre el Hombre y la Mujer. También se apuntó a atacar la autoridad del padre, negar los roles específicos paternos y maternos, y hasta arrebatar a la Familia su derecho natural como principal educador de sus hijos. A su vez, suprimir toda forma de dominación masculina y declarar abiertamente que la mujeres son la ‘clase oprimida’ mientras que los hombres la ‘clase opresora’ (en lenguaje neo-marxista). Las ideas marcuseanas influenciaron devastadoramente en millones de jóvenes a nivel mundial. Sus postulados también asentaron las bases del denominado Mayo Francés de 1968 y su famoso “prohibido prohibir”, un movimiento ideológico marxista generado en la Universidad de París y que se levantó sobre dos supuestos básicos: el fin del principio de autoridad y la superación de la moral “represora” tradicional.

La promoción del terrorismo intelectual y la “corrección política”

En su ensayo ‘Tolerancia Represiva’, de 1965, Marcuse acuña un concepto clave, la tolerancia liberadora. Este concepto parte de la base de que se deben crear las condiciones óptimas para una tolerancia hacia la ‘izquierda’ (tal su terminología) y una intolerancia irrestricta hacia lo que él denomina ‘derecha’. El plan de este intelectual consistió en promover un reduccionismo simplista sobre la palabra ‘derecha’, utilizándola como término para definir a todo aquello que se oponía a los postulados culturales de la Escuela de Frankfurt. Bien sabemos los Nacionalistas que ambos términos están perimidos hoy en día, y que en nada se distinguen a los fines prácticos como usinas artificiales funcionales al Nuevo Orden Mundial.

Por su parte, en 1950 Adorno escribió su obra más influyente, “La Personalidad Autoritaria”, sosteniendo que el pueblo de Estados Unidos poseía muchos rasgos “fascistas”, y que todo aquel partidario de la tradicional cultura estadounidense era poco más que un desequilibrado mental. No es casual que los defensores a ultranza de la corrección política utilicen las habituales etiquetas o estigmatizaciones como “fascistas” o “ultraderechistas” hacia todos aquellos que simplemente piensan distinto. Vaya si el Nacionalismo Argentino lo ha sufrido en carne propia.

Así se buscó que las sociedades pierdan su capacidad crítica ante el verdadero trasfondo de los problemas existenciales, que vivan estigmatizadas si contradecían los parámetros establecidos por la corrección política. Es ni más ni menos que la imposición cultural de la censura y del terrorismo intelectual. Esta ‘corrección política’ es lo que se puede observar en las diferentes Universidades de nuestro país, en donde nada se debe criticar si es políticamente correcto para el Sistema, y en cambio todo se puede y se debe criticar si es políticamente incorrecto para los deseos de los “Amos del Mundo”. Vale decir, criticar la ideología de género, el Feminismo, el Multiculturalismo, el Sionismo o los postulados de la Historia Oficial a través del Revisionismo Históricos es sinónimo de represalia. Por eso es aquí donde se aprecia con mayor nitidez el carácter totalitario y dictatorial del marxismo cultural.

Conclusión

La Escuela de Frankfurt, germen antinatural y destructor de la vida de los pueblos, es la gran usina ideológica- educativa y psicológica-propagandística del Nuevo Orden Mundial que opera para desarticular y dominar a los pueblos desde sus mismísimos cimientos internos. En la Argentina, las diferentes teorizaciones neo-marxistas se van a consolidar definitivamente con el advenimiento de la Republiqueta del 14 de Junio (tal como definió Kalki al actual sistema de dominación que perversamente utiliza el disfraz de democracia) y se van a afirmar aún más desde el régimen kirchnerista en adelante. Y todo ello a través de diferentes políticas “educativas” como así también a través del control cultural de las escuelas, universidades y grandes medios de comunicación. El ejemplo más visible de todo ello es el conductor y productor televisivo Marcelo Tinelli, un ferviente exponente y lucrador de la frivolidad, la promiscuidad, el destape y el sexo como valor televisivo generador de rating, distinguido en el año 2014 como “Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires”.

La consecuencia lógica lograda por el mundialismo globalizante es la descomposición de los valores éticos y morales, la consolidación de un nihilismo cada vez más angustiante, y por consiguiente, la falta de cohesión, la división y fracturación social, que es lo que lamentablemente sufre nuestra querida Patria. ¿Qué hacer entonces? En primer lugar debemos tomar una real conciencia sobre el estado de indefensión y de agresión externa sufrida a través de la explicada “infiltración silenciosa”. En segundo lugar, comprometernos firmemente, día a día, con el Despertar de la Patria, con la consolidación del Nacionalismo Social Argentino como única y verdadera alternativa en el poder. Es que se es verdaderamente nacionalista solamente por el alto grado de sacrificio que se está dispuesto a hacer por la Patria. Debemos reafirmar un Nacionalismo Cultural Argentino, reivindicar a la Familia como pilar fundamental de nuestra comunidad. Ser firmes custodios de una Vida Natural, de una Identidad Nacional, de una Tradición y de una Cultura que nos es propia, de una Argentina para los Argentinos libre de toda forma de dominación extranjera.

Artículo publicado en el Periódico Bandera Nº 13 (Octubre 2016)

1 Comentario

  1. estimado Darío Coria
    gracias por escribir sobre tan importante tema. Ya he leído a Gramnci y realmente uno encuentra sus «recetas» en muchos movimientos, leyes y ong actuales. Recurro a su conocimiento, si ud pudiera indicarme las citas, es decir la referencia en los libros de esta gente, donde mencionan las ideas clave que ud. señala en el artículo, pues yo no pude encontrarlas.
    me refiero a Fromm » la masculinidad y la feminidad no como diferencias sexuales biológicas naturales sino que el sexo está determinado por una construcción social», a Marcuse «atacar la autoridad del padre, negar los roles específicos paternos y maternos, y hasta arrebatar a la Familia su derecho natural como principal educador de sus hijos.»
    Esta “infiltración silenciosa” hay que denunciarla, y para ello hay que mostrar las evidencias, es decir fundamentar y citar estas endiabladas ideas.
    Como docente siempre enseño a mis alumnos a citar las fuentes de lo que dicen o creen saber. Al mostrarles las citas textuales de estos personajes, desarmaremos mas fácil su pensamiento.
    Le agradezco enormemente y quedo a su disposición
    atte
    juan ungaro
    dni 17789058
    jgungaro@yahoo.com.ar

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